lunes, 5 de noviembre de 2012

Prólogo

Una gran mayoría de la gente ansía que el tiempo transcurra. Tal vez se haga de manera inconsciente, pero en mayor o menor medida anhelamos que el calendario deje caer sus hojas a la espera del próximo fin de semana, el puente del mes siguiente, las vacaciones de verano o cualquier otro hito cuya llegada deseemos con vehemencia. Sin darnos cuenta dejamos que aquello más preciado que poseemos (aparte de la salud), y que no es otra cosa que el tiempo, se nos esfume de las manos de la misma manera que una voluta de humo se disipa en un vendaval. No saboreamos el momento, siempre pensamos que será mejor el futuro que ansiamos, dejamos pasar el presente a la espera de un punto temporal que podíamos decir de manera trascendental “no existe”; porque cuando al fin llegamos a él se transforma irremisiblemente en presente, y nos encontramos de nuevo en la casilla de salida.


Analizando estas paradojas de los hitos temporales hace poco leí una definición para el concepto de viajar que me llamó poderosamente la atención. Venía a decir que viajar es aquello que hacemos cuando logramos conversar con alguien desconocido en el fin del mundo, en un sitio remoto que no conocemos. Y no puedo estar más de acuerdo con la descripción dada. Viajar debe significar conocer en el sentido más amplio de la palabra, y no ciñendo el vocablo a recorrer lugares y paisajes si no a llegar a profundizar en la forma de vida de la gente que los habitan, en sus quehaceres diarios y en aquellas cosas que rondan sus cabezas, casi siempre muy distintas a lo que a nosotros nos preocupa, y para lograr tal propósito el mejor vehículo que tenemos al alcance de nuestra mano como viajeros es la observación y la conversación. El aprovechamiento del tiempo y de las propias circunstancias (en este caso de un viaje), no son complicadas de aunar si tenemos la predisposición idónea.

Aquel que recorre el Camino de Santiago lo puede hacer movido por diversos motivos de toda índole: religiosos, espirituales, en busca de meditación, como forma de conocer lugares, paisajes, gastronomía… En mi caso confluyen varios factores de los mencionados y que además tienen relación con lo expresado en los párrafos anteriores. Llevaba tiempo queriendo hacer el Camino pero por circunstancias diversas y no siempre justificadas al final siempre lo iba posponiendo. En esta ocasión no existía debate abierto, la decisión estaba tomada. Recorrería el camino en solitario. La mejor forma de encontrar respuesta a las dudas existenciales que a todos nos asaltan es la consulta con nuestra propia soledad, compañera infatigable y que de manera paciente acaba por contestar todas las cuestiones que se nos ocurre poner sobre la mesa. Y sí, es un aprovechamiento magnífico del tiempo y de todo el escenario que lo circunscribe en un determinado período.


Quince días por delante (si la salud y las lesiones lo permiten) con el único objetivo de aprovechar el paso del tiempo y no dejar que éste se evapore de forma estéril sin que quede rastro de él. Con la intención de exprimirlo para que deposite tras de sí un estigma, una fragancia, un perfume que rezume todas las experiencias vividas: montes, senderos, bosques, meditación, aldeas, paisajes, paisanos, peregrinos, soledad, gastronomía, fauna, compañeros de fatigas…Y sí al final consigo retener un poco de todas y cada una de las vivencias acontecidas y guardarlo esquemáticamente y de manera condensada en un minúsculo rincón de mis recuerdos, viajar de esta manera habrá merecido la pena. Bastará entonces con escanear mi mente en busca de una sensación vívida que me evada allá donde en alguna ocasión estuve.

¡ULTREIA! (¡Vamos más allá!)


"La soledad es un infierno para los que intentan salir de ella, pero un verdadero paraíso para los que la disfrutan"





5 comentarios:

  1. Love this post...................thanks so much!

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  2. Fundamental e imprescindible, muchas gracias.

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  3. Que gran BLOG!!! me esta ayudando muchísimo para mi camino en solitario en Julio2014

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