lunes, 5 de noviembre de 2012

Madrid - Oviedo. Viernes 14/09/2012


Un viernes a mediodía una ciudad como Madrid es sinónimo de prisas, sobre todo cuando ya se enfila la segunda mitad del mes de septiembre y la rutina vuelve a tomar el pulso después de los horarios veraniegos. Los conductores se apresuran por encauzar sus vehículos hacia las salidas de la gran ciudad en busca del asueto del fin de semana y los transeúntes aceleran el paso para conseguir acceder al tren o el autobús que ejerecerá como medio de transporte a sus ciudades de residencia.

Por norma general yo debería formar parte del escenario anteriormente descrito, pero este viernes es distinto. Comienzan mis vacaciones y para cuando llego a la estación de trenes de Chamartín la relajación se ha apoderado por completo de mi interior. A las 14.40 horas, puntual como un reloj, el tren que cubre el trayecto Madrid-Oviedo inicia su marcha. Siempre me ha gustado viajar en tren aunque no lo he puesto en práctica tan a menudo como me hubiese gustado. Limpio, rápido (siempre que la orografía lo permite), cómodo, funcional y con el encanto añadido de observar a través de sus grandes ventanales perspectivas panorámicas de gran amplitud como si el avance del convoy se produjera a cámara lenta a pesar de las altas velocidades que se alcanzan.

La parte del trayecto que recorre la meseta castellana es fugaz, muy veloz. Y aún así no se pierde detalle de la extensión de la misma. Es la primera vez que hago este recorrido en tren y me deja sin respiración el paso lento y tortuoso por las montañas que salpican el tránsito entre León y Asturias. Un trayecto sobre la cumbres orográficas que arrojan alternancia de luces y sombras al atravesar la multitud de túneles intercalados entre ellas; y de fondo los fantásticos montes y profundos valles cubiertos por un tapiz verde a modo de invitación para caminar sobre ellos.

Llego a la estación de Oviedo poco antes de las 8 de la tarde. A pie de calle siento una brisa fresca que me recuerda que he abandonado los calores del centro de Castilla y se aprecia un ambiente pre-festivo como consecuencia del inicio esa misma tarde de las Fiestas de San Mateo. En unos pocos minutos y tras algunas consultas con el GPS del móvil y en algún bar cercano consigo atinar con la ubicación del Hostal San Juan (26 euros por una habitación individual con baño privado). El alojamiento está atendido por una pareja de mediana edad, muy amable, que pronto deduce mi condición de peregrino al ver la mochila colgada a mi espalda.

La habitación y el baño son diminutos, pero el lugar tiene un aspecto impecable en lo que a limpieza se refiere. No necesito más, sólo pararé en ella para dormir. Me preparo para salir pero antes tengo una animada charla en la recepción-salón del hostal con el que parece ser el abuelo de la familia. Con tremenda dedicación se afana en explicarme como llegar a la calle Gascona, la calle de las sidrerías y a otros puntos de interés del centro de la ciudad.

En cuanto bajo a la calle y me sitúo con un plano que he cogido en la recepción del hostal confirmo que su posición es privilegiada, apenas a 100 del teatro Campoamor, famoso por la ceremonia de entrega de los Premios Príncipes de Asturias. He encontrado referencias en internet de un bar cercano que sirve una tortilla deliciosa y allí me encamino; no tardo más de dos minutos en llegar. Se trata del Restaurante El Tizón, dónde compruebo de primera mano y en compañía de una cerveza la bien merecida fama de sus tortillas de patatas, poco cuajadas, y con el huevo en estado semilíquido manchando el plato.


La C/ Gascona representa el icono asturiano por excelencia, las sidrerías. A estas horas las terrazas están repletas de gente ávida por el comienzo de las celebraciones festivas. Hago una parada al final de la misma, justo en su cruce con la C/ Jovellanos, dónde me fijo en una terraza separada del paso de la gente por una verja metálica que permite la observación de los transeúntes y la algarabía del ambiente. Se trata de una especie de terraza de verano del Asador de Aranda, desde la que puedo contemplar con calma la atmósfera nocturna de la zona mientras degusto una tabla de quesos y una botella de sidra natural. Para gente torpe e inexperta en el arte del escanciado, resulta de gran utilidad el dispositivo de plástico que colocan en la botella a tal efecto. Entre culín y culín de sidra degusto algunos de los manjares lácteos que ofrece la tierra asturiana mientras grupos de adolescentes deambulan por la zona bien pertrechados con sus bolsas de plásticos repletas de todo lo necesario para dar rienda suelta al tan popularizado botellón a lo largo y ancho de todo el territorio patrio.


La C/ del Águila permite conectar directamente con la plaza de la catedral de Oviedo, enclave dónde tiene lugar un concierto gratuito al aire libre del artista Melendi. Después de perderme un rato entre la muchedumbre y comprobar el nivel festivo que se respira no puedo reprimir mi instinto por buscar las conchas de bronce, que partiendo desde la catedral de San Salvador, marcan el inicio del Camino Primitivo. Las localizo, siento alivio en mi interior porque están ahí y parece sencillo seguir su estela, así que me despreocupo del asunto, ya tendré tiempo mañana para poder observarlas con detenimiento.

Paseo por el centro de la ciudad observando algunos de los edificios más emblemáticos que ven realzado su esplendor con la cuidada iluminación nocturna y concluyo mi paseo en la Plaza de la Escandalera, dónde a juzgar por la cantidad de gente que se agolpa en ella la fiesta parece que va a ir para largo. El día ha sido duro, he pasado del ajetreo laboral de Madrid al ambiente festivo de Oviedo, suficiente por hoy. Alcanzo el hostal en un suspiro, tanto o más corto, que el que necesito para dormirme, porque mañana no comienzo a caminar y aún el nerviosismo propio de aquel que se estrena en algo, no ha hecho acto de presencia.


1 comentario:

  1. Muchísimas gracias por compartir tu experiencia! Felicidades por el blog, describes todas las etapas con todo lujo de detalles. Gracias!" :)

    El día 01/07/2014 comienzo mi camino, tengo muchísimas ganas!


    Un saludo,
    Meritxell

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