lunes, 5 de noviembre de 2012

Etapa 02. San Juan de Villapañada - Salas. Lunes 17/09/2012



A las 6 de la mañana comienza el habitual movimiento de estas horas con gente que se quiere poner en marcha pronto para caminar rápido y ganar plaza en el siguiente albergue. A las 06.30 hay tanta gente preparándose para salir que es obligatorio desmontar la habitación improvisada en el salón-cocina del albergue, dormir allí con este ajetreo resulta imposible.

Después de devolver los colchones a su lugar de almacenamiento tal y como habíamos acordado con Domingo, recoger la ropa tendida y desayunar en la mesa de la cocina una vez colocada de nuevo en su sitio, nos ponemos en marcha. Domingo nos había advertido que el kilometraje para la etapa de hoy era de 20 kilómetros, Sebas y Natalia tienen claro que han de alcanzar el siguiente albergue pasado Salas, en Bodenaya. Mi intención inicial es hacer noche en Salas, pero quiero ver cómo evoluciona la jornada y el estado físico de mi cuerpo.

Son las 07.50 cuando empezamos a caminar y la bruma de poca densidad se posa sobre prados y fincas esforzándose por no disiparse entre la luz del día. Deshecho el camino del desvío al albergue se retoma la durísima subida del Primitivo que con rampas asfaltadas corona el Alto de Fresno; mis piernas cogen tono en pocos minutos y alcanzo un buen ritmo de marcha adelantando a una pareja de polacos que me precede. La bajada es pronunciada y se realiza a través de una pista de tierra empleada para la construcción de la autovía A-63 y que ha causado un impacto irrecuperable sobre el discurrir del Primitivo por este punto. En poco rato se alcanza la pequeña aldea de San Marcelo, cuyas pocas casas lucen engalanadas con flores de diferentes tipos y aquí departo con algún paisano sobre el pronóstico del tiempo para los próximos días.






El camino se adentra en el interior de un campo plagado de manzanos para desembocar en una senda muy estrecha que discurre junto a un arroyo que da cobijo a un antiguo molino de piedra, en este paraje parece haberse anclado el paso del tiempo. De sopetón emerge Santa Eulalia de Dóriga, y en el bar Ca Pacita justo frente a la ermita, algunos de los peregrinos más madrugadores y que preceden nuestro paso se han parado a desayunar. Pasamos de largo, el objetivo es llegar a Cornellana. Y en este punto nos rebasa un italiano con el que conversamos 5 minutos mientras caminamos, lleva un ritmo muy vivo que no podemos seguir.




El camino primero sube ligeramente para luego bajar por un sendero muy estrecho en busca de la carretera. Sebas y Natalia aprietan el paso, Laura y yo nos descolgamos porque no tenemos la prisa que ellos llevan. Pregunto a una señora por el ganado vacuno que tiene en la parcela, me reconoce que es la peor sequía que ha visto en los últimos años. Su pozo se ha secado (según cuenta ella es algo inédito en 35 años) y ha de traer bidones de agua para dar de beber a las vacas. Justo al cruzar la AS-15 la vista se topa de manera frontal con una plantación de kiwis y más allá siguiendo el asfalto un centro de interpretación del salmón, justo antes de cruzar el río Narcea por un puente que marca el inicio de la localidad de Cornellana.







Tengo en mente parar en una panadería a la entrada del pueblo y tras varias consultas llegamos a ella. Buscamos bollos preñaos, pero sólo los hacen por encargo así que tendremos que ir a la Repostería Casino, en el centro de la localidad para poder degustarlos. Acaban de hornearlos y compramos uno de gran tamaño para los 4 (11 euros), también nos hacemos con otro dulce típico de la zona, las casadiellas, después de probarlos por gentileza de la panadera. Y para acompañar el bollo preñao nos tomamos un café en la terraza de la cafetería Casino, Avda. Prudencio Fernandez Pello, 69 (debe pertenecer al mismo dueño que la panadería) dónde estampamos el primer sello del día en nuestras credenciales.




Es fácil encontrar las indicaciones que llevan al Monasterio de San Salvador de Cornellana, bella construcción fundada en el siglo XI y que es empleada en parte como albergue de peregrinos. Desde aquí comienza una subida por pista asfaltada que permite vistas del valle y las colinas que lo rodean. Tengo calor y paro al lado de un hórreo para despojarme del polar con lo que me descuelgo del resto.





Justo en este punto el Camino penetra en un bosque tupido con presencia de helechos que me traen recuerdos de la zona de Cercedilla en la sierra de Madrid, donde tanto me gusta ir. Alejado de toda manifestación humana avanzo meditabundo, paladeando la paz que se respira; no hay prisas, no hay urgencias, no hay ruido. En este instante siento que no tengo ninguna preocupación y que la vida es más sencilla de lo que creemos si dejamos de lado todas esas necesidades ficticias creadas artificialmente por esta sociedad que nos involucra en ella y trata de hacernos sentir desvalidos fuera de su protección.



Toparme con una cantera de sílice que cruza el Camino me saca de mis meditaciones a la par que alcanzo a mis compañeros peregrinos. Un terreno ondulado permite la alternancia de senderos de bosque, tramos de asfalto, algunas construcciones, los omnipresentes hórreos y los maizales de grandes extensiones. Nos hemos parado a estirar las piernas y aprovecho para cambiarme de calcetines porque hace calor y quiero evitar la aparición de posibles ampollas al llevar los pies húmedos. En este momento nos alcanza una pareja formada por hombre y adolescente. Son franceses y se trata de un tutor con su alumno que recorren el Camino para que el chaval aprenda lecciones vitales durante la realización del mismo, como parte integrante de su educación.





A la altura de Casazorrina me he quedado sin agua y el sol aprieta aún más por lo que me paro a pedir agua a un señor que riega el huerto con una manguera. Sale su mujer y se ofrece a llenarme la cantimplora en la cocina. Un poco más allá interrogo a una señora para que me indique dónde puedo comprar quesos artesanos. Me da un nombre, Quesería El Viso, en Salas.


A la salida de la población el Camino se topa con la AS-226, comenzamos a caminar por esta carretera hasta cruzarnos con una chica sevillana que habíamos visto la noche anterior en el albergue de San Juan de Villapañada. Llevamos tiempo sin ver flechas o señales y la carretera parece alejarse de Salas por lo que empezamos a sospechar que andamos en dirección equivocada. La chica sevillana nos lo confirma, se ha dado la vuelta porque marcha en dirección errónea.

Nos toca deshacer el camino y volver al cruce con la carretera, en él y sobre la bionda metálica aparece una señal de madera que ninguno vio. Ahora sí que tomamos adecuadamente un agradable sendero boscoso que desemboca en las estribaciones de la localidad, justo dónde se ubica una fábrica de Danone. Sebas y Natalia van a parar a comprar algo de comer en el supermercado porque han de seguir camino a Bodenaya. En mis planes entraba dormir en Salas, no tengo prisa y quiero disfrutar del Camino y de sus etapas. Laura está cansada, no quiere caminar más, también se quedará en Salar a hacer noche.

Llega el momento de despedirme de Sebas y Natalia; apenas nos conocemos hace 48 horas y parece como si hubiéramos pasado una vida juntos. Si existe sintonía entre los peregrinos los vínculos que se crean son muy estrechos e íntimos y siento una profunda lástima en mi interior por tener que separar nuestros Caminos. Creo que ellos también la sienten, sobre todo Natalia que da la impresión de que no le hubiera importado renunciar a hacer más etapas a cambio de seguir integrando parte del grupo formado el día anterior. En mi foro interno estoy seguro de que nos reencontraremos en el mayor Camino que existe, y que es la propia vida.

Mientras nuestros dos compañeros entran en el supermercado para abastecerse de víveres y continuar hasta Bodenaya, Laura y yo conseguimos acceder al Restaurante Casa Pacita cuya propietaria se encarga de la gestión del Albergue Municipal de Salas. Sellamos la credencial y siguiendo sus indicaciones rodeamos el edificio y rápidamente divisamos la entrada del albergue, fácilmente reconocible por las zapatillas y botas que los peregrinos airean en su exterior. Son las 14.00.



Allí está John descansando y otros peregrinos cuyas caras me empiezan a resultar conocidas. En cuanto hemos elegido litera en una de las dos habitaciones de 8 plazas que existen en el albergue nos encaminamos al centro del pueblo en busca del restaurante del que tengo referencias para comer. Casa Pachón ofrece un menú que va rotando todos los días y que consta de 4 platos más postre. En el interior comen más peregrinos y reconozco al chico que el día anterior en el albergue me pidió que enchufara su móvil a cargar. Están con una tercera persona que por deducción lógica supongo que también debe ser peregrino.


En este restaurante sirven los tres primeros platos a discreción y cuando digo esto me refiero a que dejan el cuenco o bandeja para que te sirvas cantidades al gusto. Sopa de fideos, patatas guisadas con pulpo, guisantes con jamón y huevo cocido y a elegir entre merluza y escalopines al cabrales (que es lo que elegimos). Para beber agua mineral y botella de sidra y llegado el momento del postre el camarero nos canta las opciones; parece que todo es convencional así que le pregunto si hay posibilidad de que nos traiga algo casero. Medita un momento y nos contesta que nos prepararán algo de requesón, y después de dar cuenta de él hay que decir que fue un acierto. Y de remate café, todo ello por 9 euros.

 
 

En el camino de vuelta al albergue contemplamos el centro de Salas, con su monumento más característico; el Palacio Valdés-Salas (a quien debe el nombre la localidad) con su torre medieval y arco de cantería. Nos topamos con John que pasea junto a un peregrino de mayor edad; es alemán y no habla inglés. John se entiende con él en el idioma teutón del que tiene conocimientos por su ascendencia germana. Después de una charla distendida llegamos al albergue y cumplimos con ese ritual del peregrino, no escrito en ningún sitio, pero que resulta imprescindible para poder seguir adelante. Ducha relajante, colada (a mano) y tendido de la misma en la calle. Me siento en un banco en el exterior del alberque después de haber tendido la ropa y entablo conversación con Antonio, de Feria (Badajoz) que hace el Camino con su mujer (María Jesús). Se trata de aquella pareja que nos adelantó a la salida de Oviedo, la jornada anterior, con paso amplio y con aspecto de estar bien preparados.

 


Y no estábamos errados. Es su tercer Camino y charlo con él sobre viajes y las etapas recorridas y las que vendrán. Laura y yo abandonamos el albergue con un caminar lento y pausado en continuo ascenso por una carretera estrecha y muy empinada que se aleja del pueblo, buscamos la quesería recomendada por la paisana. En la subida tomo resuello mientras me paro a departir con un anciano que trabaja las tierras de su parcela azada en mano, parece que no ha sido un año excesivamente bueno para las manzanas pero tampoco el peor.


Localizamos la calle de la quesería y por error nos acercamos a un establo dónde preguntamos por la misma mientras nos deleitamos contemplando las grandes hortalizas que ofrece la huerta por estos lares. El señor se presenta como dueño del negocio; “Mi mujer lleva las ventas pero ella no está, yo estoy trabajando con el ganado y estoy sucio, no os puedo atender así, ella volverá más tarde…”.




Le convencemos para que nos atienda él, no tenemos problemas con lo que nos comenta, así que finalmente el hombre accede y nos complace. Nos acompaña al edificio y después de pedírselo nos muestra la pequeña fábrica artesanal y el proceso de fabricación de un queso que tiene denominación de origen en esta zona, el queso de Afuega’l pitu. Compramos tres quesos de diferentes tipos y fabricados en la Quesería El Viso, por los que pagamos 9,50 euros. Al despedirnos del amable quesero nos resuelve unas dudas que tenemos acerca del uso y diferencia entre los hórreos y las paneras.





Antes de volver al albergue pasamos por el supermercado para comprar algo para acompañar al queso en la cena y para el desayuno de la mañana siguiente. Pregunto si ha vuelto el hospitalero y me dicen que no, que se paga de forma voluntaria dejando el dinero en una especie de buzón situado en el recibidor, así que me inscribo en el libro y aporto 5 euros como donación. Veo más peregrinos desconocidos para mí; una chica que parece extranjera y lee un libro sentada en la hierba y otro más (José Luis) que empezó ayer a caminar con botas nuevas y tiene una ampolla descomunal en el talón y que le hace cojear de manera muy ostensible.

Mientras hablo con un chico de Orense (Fran) que arranca hoy su camino desde Salas comienza a chispear y recogemos los tendederos para colocarlos bajo los balcones del edificio, con esta humedad la ropa no se va a secar por lo que consensuamos meterlos en el interior y conectar los radiadores antes de irnos a dormir.

El albergue de Salas no me resulta bonito ni acogedor, ni por el entorno ni por su forma constructiva pero lo encuentro funcional y suficientemente equipado. Laura y yo preparamos una cena con los quesos, unos tomates y una botella de sidra. Sentados en la mesa de la cocina compartimos charla con Álex y Lydia (pareja de Málaga) que conocemos de vista del restaurante Casa Pachón, nos confirman que viajan solos, la persona que les acompañaba en la comida es un amigo asturiano que se había reunido con ellos aprovechando su paso por estas tierras. También conocemos a Mirja (Finlandia), una chica que comenzó lo que es su tercer camino desde Lyon, hace ya casi tres meses y con 1600 kilómetros por recorrer.




Tenemos noticias de Sebas y Natalia a través del Whatsapp de Laura, han llegado a Bodenaya y han cenado en conjunto con el resto de peregrinos que allí se alojan. Entre el cansancio acumulado y la “intimidad” de una habitación de 8 plazas se dan las circunstancias idóneas para caer rendido de manera fulminante sin apenas tener tiempo para pensar en la jornada que me espera mañana.


2 comentarios:

  1. Hola Miguel,
    Muchas gracias por los comentarios de tu camino, yo espero poder empezar desde Oviedo en Abril del 2014, apenas empezando por mirar comentarios etc y me ha sido de utilidad. Un saludo desde Canarias.

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  2. Hola Alexandra

    Si tienes cualquier duda, ya sabes....
    Y si admites una sugerencia y dispones de más días, comienza a caminar en León por el Camino del Salvador (5 etapas) para llegar a Oviedo, y desde allí continuar por el Primitivo. Para mí, sin duda la mejor opción de Camino llegando a Santiago

    Un saludo

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