lunes, 5 de noviembre de 2012

Etapa 01. Oviedo - San Juan de Villapañada. Domingo 16/09/2012



A las 06.00 de la mañana estoy despierto y comienza el movimiento en el interior de la habitación; frontales que se encienden, sacos de dormir que se pliegan, ruido de bolsas y de objetos al ser manipulados. La noche se me ha hecho larga y he conciliado el sueño a ratos, tal vez por una mezcla de impaciencia y ansiedad de que el día llegara. Además he tenido varios sobresaltos con mi compañera de litera superior, Natalia; se ha movido mucho durante la noche y en una ocasión llegué a pensar que aterrizaba sobre mí al ceder el somier sobre el que ella descansaba.

Acertadamente Sebas propone levantarnos a las 06.30, total, no vamos a conciliar el sueño y más vale comenzar temprano la jornada porque a priori se presenta larga. El desayuno lo tomamos en un parque cercano, viendo los residuos de basura que la noche de fiesta ha dejado tras de sí. El camino hacia la catedral, verdadero punto de partida del Primitivo, se torna complicado. Una multitud de jóvenes, que se resisten a irse a dormir después de una noche festiva, deambula por las callejuelas por las que hay que caminar mientras los servicios municipales de limpieza se afanan en retirar cristales y basura del suelo. Todo ello hace que el empedrado se convierta en una pista de patinaje pero logramos sortear los obstáculos de la misma forma que esquivamos los posibles comentarios jocosos por nuestra condición de peregrinos, parece que la gente a estas horas no está muy “atenta” a lo que se cruza en su camino.

La plaza de la catedral se presenta despejada y vemos a una chica, mochila a la espalda, que parece buscar sin mucho éxito las conchas que marcan el Camino. La saludamos y se las mostramos, por lo que comienza a caminar con nosotros en busca de la salida de la ciudad. Su nombre es Laura y reside en Barcelona. Formamos un grupo de cuatro que camina durante 45 minutos por la urbe hasta abandonarla por completo.


La señalización, mediante conchas de bronce en el pavimento y las flechas amarillas, es perfecta; sólo surgen dudas en un punto, después de cruzar la pasarela peatonal que salva la línea del FEVE a consecuencia de unas obras pero un par de hombres nos confirman el camino a seguir. A la altura del parque “Camino de Santiago” nos adelantan dos peregrinos, hombre y mujer, que avanzan con zancada rápida y amplia. “Parecen preparados”, pensamos.


Las líneas rectas y planas de las parcelas urbanizadas realizan una transición brusca hacia las fuertes pendientes de asfalto descarnado que nos transportan a velocidad vertiginosa hacia la primera aldea que encontramos en nuestro camino, San Lázaro de Paniceres. El paisaje cambia por completo, y súbitamente aparecen ante nuestros ojos huertas, animales y zarzas repletas de moras que parecen provocar una llamada a la glotonería a todo el que pasa cerca.






Unos minutos antes mantenía una conversación conspiranoica con Sebas sobre quién mueve realmente los hilos que accionan los resortes de todo lo que sucede en el mundo y que lo ha envuelto en la crisis económica internacional que vivimos, pero de la misma manera que el día se aclara y la bruma desaparece súbitamente, abandonamos nuestras cuitas y prestamos toda la atención a contemplar el medio que nos rodea. Caminando por tierra y asfalto y superando fuertes desniveles a través de las estribaciones del monte Naranco alcanzamos la solitaria capilla de la Virgen del Carmen, en Llaxampuga dónde una fuente de agua cristalina permite rellenar nuestras cantimploras.



En bajada un bosque de eucaliptus es testigo de nuestros pasos hasta llegar a Lloriana y desde aquí por carretera accedemos al Puente Gallegos sobre el río Nora (afluente del Nalón), de origen medieval, y dónde saludamos a una pareja que venimos observando hace tiempo. Se trata de dos personas mayores, de Austria, que llevan peregrinando por tramos durante un período de 7 años desde su Tirol natal hasta Finisterre. 4000 km en total que verán su desenlace final en poco más de dos semanas.









Desde la carretera se pasa a un magnífico bosque de robles y castaños que te sumerge de lleno en la belleza natural asturiana; el sendero estrecho invita al paso en solitario y con ello a la evasión de los pensamientos. En dura subida a través de una pista se alcanza El Escamplero, dónde se sitúa un albergue para aquellos que quieren hacer una primera etapa más relajada y cómoda; no es nuestro caso.




 
 


En animada charla con Natalia el paso por el bonito valle del Andallón se hace efímero antes de detenernos en una zona próxima a un molino para dar un descanso a los pies e ingerir algunas calorías que nos permitan seguir caminando. Al llegar a la localidad de Premoño paramos en el Bar Feliciano, dónde otros peregrinos también se toman un respiro. El interior del bar nos retrotrae a tiempos pasados con la atmósfera añeja y rural que destila. Estampo su sello en mi credencial mientras un tercio de cerveza me hace reponer los líquidos perdidos por el esfuerzo.


El siguiente tramo alterna caminos a la orilla del río con carretera que permite contemplar el cauce de agua desde una perspectiva más alta hasta llegar a Peñaflor. Antes de acceder a esta localidad hacemos un alto en el camino para contemplar el río Nalón sobre un puente de primitiva fábrica romana que lo cruza. Con cuidado recorremos un tramo por la nacional N-634 que nos lleva a la bella localidad que cuenta con pintorescas viviendas, hórreos y paneras. Desde aquí en terreno más o menos llano el trazado del Primitivo discurre por zonas de cultivo (en esta región abundan los manzanos) hasta alcanzar la localidad de Grado.






Tengo referencias del Bar Gijón, justo al cruzar la línea del FEVE, dónde se come bien. Pregunto a una señora que desde el balcón de su ventana me comenta que hoy está cerrado, pero que en el centro del pueblo hay muchas opciones aunque estará todo repleto por ser día de mercadillo. La algarabía reinante hace más complicado encontrar un sitio tranquilo para comer pero conseguimos nuestro objetivo en La Tamezana. Son las 14.45 cuando nos sentamos a comer en la planta baja del restaurante dónde se encuentra la barra del bar; el comedor en la planta superior está completo.

El dueño y su mujer nos tratan con exquisita hospitalidad y degustamos un menú casero por 12 euros (es domingo y el precio es más elevado que entre semana). Las raciones son generosas y en los primeros platos la costumbre asturiana de ponerte un perol en la mesa para que uno se sirva al gusto aquí sigue vigente. Para mí callos con garbanzos (se deshacían en la boca) y carrilleras guidadas de segundo. El postre lo compartimos y consiste en arroz con leche (con delicioso regusto a anís), borrachines (especie de albóndigas dulces empapadas en un almíbar dulce), una tarta de almendra casera de calidad suprema y un requesón que se fundía en el paladar. Y para beber, por supuesto sidra, escanciada por un artilugio de nueva tecnología, el Isidrín.



Pasadas las 16.30 de la tarde y con el estómago rebosando comida ponerse en marcha resulta frustrante porque la sangre acomete los quehaceres de una digestión pesada y no fluye a las piernas. Afortunadamente arrancamos despacio en busca de la gasolinera ubicada a la salida del pueblo y en pleno trazado del camino; el Albergue de San Juan de Villapañada carece de tiendas y servicios cerca por lo que es preciso avituallarse para la cena y el desayuno del día siguiente.


A pesar de que conocía la dureza del tramo entre Grado y San Juan de Villapañada, la opípara comida hace que se acentúe la sensación de fatiga y pesadez al “escalar” dos tramos con pendientes fortísimas, primero pisando pista y luego asfalto mientras seguimos atravesando parcelas plagadas de manzanos. Para llegar al albergue hay que desviarse del Camino, pero los mojones nos guían con precisión y por fin alcanzamos la aldea con escasas construcciones y localizamos el albergue junto a la iglesia. El Albergue de San Juan de Villapañada conformado por una edificación de estilo rústico nos recibe a eso de las 18:45 ofreciendo unas vistas memorables sobre Grado y sobre prados y colinas en un ambiente bucólico y de merecida relajación tras un día agotador.



Pero nos encontramos con una sorpresa que entraba dentro de lo probable; hemos llegado tarde, nos informan de que todas las plazas están ocupadas (22 dispuestas en literas) y que hay 4 personas que esperan la llegada del hospitalero a pesar de no quedar camas libres. Sumando nuestro grupo somos 8 sin cama. Sebas pretende seguir caminando otros 8 kilómetros hasta el pueblo siguiente pero la noche se puede echar encima (aparte de la paliza que llevamos en nuestros cuerpos); mientras yo propongo la posibilidad de pedir a algún paisano que nos deje dormir en un hórreo. Esperamos al hospitalero para ver qué salida nos puede ofrecer.


El albergue es un edificio de única planta con un salón-cocina separado del dormitorio dónde se ubican todas las literas. Al entrar una voz pronuncia mi nombre con acento extranjero. Se trata de John, el peregrino americano al que ayer ayudé en Oviedo. La jornada anterior había llegado hasta el albergue de El Escamplero y hoy había arribado a San Juan de Villapañada. Me reconoce que su mochila pesa demasiado y a aunque ha entrenado en su lugar de origen con esa carga subestimó el siempre complicado y abrupto terreno asturiano. Aún así me alegra encontrarle de nuevo, porque constituyó mi primer contacto peregrino a lo largo del Camino.

Son poco más de las 7 cuando llega Domingo, el hospitalero. Al ser conocedor de la situación su respuesta nos tranquiliza, dispone de colchones y podemos acondicionar la sala principal del albergue dónde se encuentra la cocina para que aquellos que no tienen litera en el cuarto común puedan dormir. Nos duchamos por turnos (existen dos baños, uno por sexo) y Domingo organiza una colada colectiva para poner la lavadora. Sigue llegando gente y explorando los alrededores del albergue comprobamos como una pareja francesa monta su tienda de campaña en el jardín de la iglesia, cuentan con el consentimiento del hospitalero al tratarse de terreno municipal. Cumplimos con los trámites de pago del albergue (5 euros por persona) y sellado de la credencial antes de tender la colada bajo el voladizo posterior del edificio, siguiendo las indicaciones de Domingo.

Había leído sobre el buen hacer de este hospitalero y después de ver cómo se preocupa por qué todo el mundo tenga cama, pueda lavar su ropa, tengo algo para cenar (procura tener siempre a mano algo en la despensa del albergue), explica el territorio que se divisa desde la posición del albergue, he de decir que todo elogio es pequeño. Por un momento se muestra preocupado porque ya no quedan más colchones si aparecen más peregrinos, pero no llega más gente, al final somos 31, 9 de nosotros dormirán sobre colchones en la salón-cocina. Creo que si llega más gente habría sido imposible acomodarnos a todos.

La cena se organiza en los bancos de madera que existen en la fachada principal del edificio. En este momento soy consciente del espíritu de aquellos que hacen el camino porque el clima que reina es distendido y se comentan las incidencias de la etapa como los cazadores o pescadores narran sus hazañas. En la nevera del albergue hay bebidas que el hospitalero se encarga de reponer y por las que los peregrinos pagan precios justos.

Mientras tomamos una cena frugal con los víveres comprados en la gasolinera y otras cosas que llevamos en la mochila Sebas plantea a Domingo la intención que tiene para el día siguiente, doblar junto a Natalia etapa, pasando por Salas y continuando hasta Tineo. El peso de la experiencia de Domingo se hace notar en su respuesta “Mira, mañana puedes caminar los 40 kilómetros de las dos etapas y seguro que la terminas, pero es probable que al día siguiente una tendinitis originada por el sobreesfuerzo se manifieste, y al cabo de dos días tengas que irte para casa”.

Domingo prepara un esquema de etapas a seguir por Sebas y Natalia para llegar a Lugo en las fechas de las que disponen y siempre siguiendo una máxima que grabamos con precisión en nuestro esquema mental: en el Primitivo la media aproximada es de 3 km/k en las subidas y las bajadas, y de 4 km/h en el llano.

Antes de las 22.00 se organiza un zafarrancho para montar la improvisada “habitación” con los colchones traídos desde una casa cercana, propiedad de un antiguo habitante del pueblo ya fallecido, y que se emplea temporalmente como almacén del albergue. Domingo nos encomienda a Sebas y a mí que por la mañana nos encarguemos de devolver los colchones a su punto de almacenamiento para ahorrarle a él un trabajo arduo y tedioso.


Antes de dormir y siguiendo las instrucciones de Domingo desconecto la moderna máquina de vending que hay en la sala para evitar que en la oscuridad de la noche ilumine toda la habitación. En ese momento un hombre se me acerca y me pide con educación y en voz apagada que le enchufe el cargador de su móvil a la red.

El día ha sido duro, porque la distancia recorrida supera a la marcada por las guías, en total he recorrido 31,6 kilómetros. Es la primera etapa y por un momento temo no estar a la altura y pagar su dureza en los próximos días pero mi estado mental se ha reforzado porque esta toma de contacto con el Primitivo ha sido plena. Paisajes, gastronomía, ambiente peregrino y espacio para la meditación. Mañana veré cómo responde mi cuerpo.



2 comentarios:

  1. Hola Miguel.
    Estoy planeando mi ruta por el Camino Primitivo y tu blog me esta viniendo de perlas!! es genial!!

    Creo que voy a tener que sacrificar una o dos etapas por falta de tiempo. ¿Tu cual crees que es mas prescindible?¿Mas fea?¿más aburrida??

    muchas gracias por tu ayuda

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  2. Gracias por el comentario Óscar!!!

    Pues me planteas una cuestión con díficil respuesta. Si únicamente has de prescindir de una etapa mi solución sería alargar otras dos un poco más (hay opciones) y así ganas ese día extra que necesitas. Si has de sacrificar dos es complejo el tema. Dependerá de tu intención; si quieres obtener la Compostela has de recorrer a pie los últimos 100 km, por lo que de Lugo para adelante no podrías eliminar ninguna. Si eso te da igual, en mi opinión personal (aquí cada uno tiene la suya) optaría por eliminar alguna de las últimas, después de Melide, dónde la confluencia con el Francés se hace agobiante.

    En caso de que busques Compostela, no sé qué decirte. A mí me gustaron todas las etapas "asturianas" y luego también influye la conexión con transporte entre las localidades que quieras dar el "salto" para ahorrarte alguna etapa.

    Analiza el recorrido y los albergues (también se puede tirar de pensión u hostal en caso de no existencia de los primeros), determina los días exactos que necesitas y te adelanto que en 12 días el Primitivo completo es factible. Menos días, me parece demasiado paliza y poco disfrute.

    Un saludo

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